
Intrigas palaciegas, traiciones, spankers y spankees despechados.
Sobre esto versará mi post de hoy.
Cuando la endogamia se apodera de una comunidad, tanto animal como humana, en cualquiera de sus vertientes, social o física, y cualquiera que sea la relación que una a sus miembros, las consecuencias son fáciles de predecir: caos.
Caos por cuanto los ambientes se ven enrarecidos por las mas diversas y variopintas disputas. Caos por vernos inmersos como diría Rambo, en guerras que no eran la nuestra. Caos y mas caos.
La entropía del mundo spanko, como la de cualquier otro sistema físico aumenta, y solamente en procesos ideales escaparemos a las garras de su acción. No es este el caso ante el nos hallamos.
Para los que no estén duchos en procesos de transformación de energía, la entropía es la medida de la irreversibilidad, es decir, de la energía que se pierde en cada proceso en el que existe intercambio de ésta. Es en efecto la responsable por ejemplo de que en el motor de los automóviles desperdiciemos nada mas y nada menos que el 70% de la energía calorífica de la gasolina.
Nuestro mundo de azotes es un ejemplo constante, y no por la pérdida de energía mecánica al golpear los traseros, que se disipa en parte en forma de calor y absorción plástica por parte de nalgas y manos, sino mas bien debido a que hay heridas que no pueden ser cerradas. Otra máxima de la entropía también es aplicable: es imposible devolver por completo un sistema a su estado anterior sin tener que pagar por ello una cuota, en el caso de los procesos físicos, será energía, en el que a nosotros nos ocupa será emocional y afectivo.
Sólo existe una posibilidad de escapar de las fauces de la entropía, considerar los procesos reversibles, y eso amigos, conlleva no dejar tras nosotros heridas incurables.
Dejemos de ser lobos los unos para con los otros, y simplemente disfrutemos en amor y compañía de la dicha que unos azotes pueden proporcionarnos.
Pongamos cada uno, nuestros límites y fronteras, y desde la sinceridad, respetemoslas.